La semana pasada, específicamente el 6 de noviembre, el Centro de Convenciones de Buenos Aires se llenó de 3.500 personas hablando de inteligencia artificial.
Sí, 3.500. Parece que ya nadie quiere quedarse afuera de esta conversación. Y con razón.
AILAT25 fue un viaje intenso por el presente (y futuro cercano) de la IA en América Latina.
Entre tanto panel, tanta demo y tanto café corporativo, me traje un rejunte de ideas que todavía están rebotando en mi cabeza.
Acá va el resumen arbitrario y bastante personal de lo que viví:
- Tecnología para procesar. Propósito para conectar.
Esta frase me persiguió todo el día. La tecnología puede hacer maravillas con datos, pero si no tenemos claro el “para qué”, terminamos siendo muy eficientes haciendo… nada relevante. El propósito sigue siendo terreno humano.
- Prepárense: armar y vender agentes de IA será la gran explosión de los próximos meses.
Ya no se trata solo de “usar IA”. Ahora el juego es diseñar agentes especializados que resuelvan problemas específicos. Las empresas que sepan construir (o comprar) los agentes correctos van a tener ventaja competitiva. El resto, a correr de atrás.
- Somos la última generación que trabaja sola.
Dejemos que esto decante un segundo. A partir de ahora, casi todo lo que hagamos va a estar acompañado por un agente de IA: que nos ayuda, que nos guía, que nos complementa. O que directamente nos suplanta. La pregunta ya no es “si” sino “cómo” vamos a trabajar junto a estos compañeros algorítmicos.
- Revalorizar la creatividad o morir de estandarización.
Si todos usamos las mismas herramientas y los mismos prompts, vamos a terminar generando las mismas soluciones mediocres. La creatividad humana, esa capacidad de pensar distinto, de conectar lo inconexo, de proponer lo que nadie pidió, se vuelve más valiosa que nunca. La IA estandariza. Nosotros tenemos que divergir.
- La IA está basada en datos algorítmicos. La mirada humana es no negociable.
Los algoritmos procesan patrones, pero no entienden contexto, ética, matices culturales. Delegar decisiones importantes 100% a la IA sin supervisión humana es como manejar con los ojos cerrados confiando solo en el GPS. Puede funcionar… hasta que no.
- La IA aprende con sesgos. Mucho ojo con eso.
Si entrenamos modelos con datos del pasado (que están llenos de prejuicios, desigualdades y errores), la IA va a perpetuar y hasta amplificar esos sesgos. No es neutral. Nunca lo fue. Necesitamos equipos diversos revisando qué entra y qué sale de estos sistemas.
- En empresas: empezar acotado, después amplificar.
La tentación es querer “IA-tizar” todo de golpe. Mala idea. Los casos de éxito que se compartieron empezaron con proyectos chicos, bien definidos, medibles. Aprendieron, ajustaron, escalaron. No hay atajo.
- Empoderar a las personas para motorizar el cambio.
La tecnología no se implementa sola. Necesitamos gente capacitada, curiosa, con ganas de experimentar. El cambio cultural es más difícil que la integración técnica. Si tu equipo no entiende para qué sirve la IA o le tiene miedo, no importa cuánto inviertas en herramientas.
Salí del evento con la sensación de que estamos en un momento bisagra.
La IA dejó de ser ciencia ficción o experimento de laboratorio. Ya está acá, operando, transformando industrias, cambiando trabajos.
En mi caso es todo un desafío aplicarla para el oficio periodístico, para la consultoría en medios multiplataforma y para la docencia de nuevas generaciones de alumnos de periodismo y comunicación.
¿Estamos preparados? Probablemente no del todo. Pero creo que ese es justamente el punto: nadie está 100% preparado para lo que viene.
Lo único que podemos hacer es aprender rápido, cuestionar constantemente y no perder de vista que, al final del día, la tecnología es solo una herramienta.
El verdadero diferencial sigue siendo humano.
