Y pasó muchísimo. En este tiempo que pasó desde el exitoso estreno de “El Amor después del Amor” todos hemos leído críticas de especialistas en cine y TV, de plataformas y de guiones, de interpretaciones, maquillajes y fotografía.
Pero, ¿qué nos condujo hasta allí?
Simplemente la música. ¿Qué más?
Fito parece, en esta burbuja de tiempo, haber recobrado el aura de antaño, de hace 30 años y más, por estos días.
Lo supo Netflix; la serie lo canalizó; pero lo fundamental: fueron las canciones.
Esas canciones tremendas hacen aparecer, con trucos maravillosos y con esos mecanismos que la sensibilidad posee ante lo desagradable, situar a Páez por unos días en un lugar de “no grieta”. Alguna vez había caído en esa trampa.
Pareciera que son esas progresiones de acordes en ritmo, melodía y armonía las que articulan el milagro.
El cóctel: las canciones, la música y la magia del cine, como la percibimos hoy, desde la comodidad del hogar o el pragmatismo de una pantalla de celular.
Los temas de la serie abarcan desde su nacimiento en Rosario hasta 1993. Son 30 años en los que los dorados 80’s cobran total protagonismo.
Hay un soundtrack hermosísimo. Canciones de Charly García solista, Serú Girán, La Máquina de hacer Pájaros, Baglietto, Pescado Rabioso, Antonio Carlos Jobim, Claude Debussy y del propio Fito, claro está. Todo es de calidad.
Uno querría destacar, adivinar o tratar de vislumbrar por qué un músico llegó a ese momento épico, en el que lo artístico y comercial se juntan y estallan.
Lo fue “El Amor después del Amor” (el disco) y llegamos a esta serie en la que se encuentra aquella misma música. Y también revive sensaciones. ¿Qué sucede?
¿La personalidad avasallante de Fito? ¿La curiosidad por su vida privada de antes? ¿La alta rotación?
En las relaciones entre músicos parece haber una respuesta. A veces complejas e intricadas. A veces armoniosa, siempre en el caos creativo.
Más allá del talento, los laderos musicales (parceros, como dicen los brasileños) o la alineación planetaria y quién sabe más…
Por ejemplo, hay una honestidad artística de parte de Fito en la escena en la que aprueba ese arreglo en Giros de Tweety González, compañero de la primera época hasta que éste decidió tomar otro rumbo para acompañar a Soda Stereo más tarde.
Tweety nunca dejó de colaborar con Páez e, incluso, en “El amor después del Amor”, Fito lo cuenta como una invalorable colaboración creativa.
Y lo detalla en una de las canciones más hermosas y logradas: “Sasha, Sissi y el Círculo de baba”.
O cuando, desesperado, por no saber el tono de una canción de García (“Ojos de video Tape”) llama al mismo Tweety y este le despeja la duda con sabiduría.

Es conmovedora la escena en estudios Panda, cuando finalmente logra meter el bajo en “Tres Agujas” y Charly, presente, lo aprueba de algún modo y se abrazan como dos viejos amigos.
Esa camaradería y admiración mutua gravita notablemente en el resultado y con ese caos que todos los músicos cargan también.
A propósito, ya que Fabiana Cantilo es casi coprotagonista, me hubiera gustado escuchar “Detectives”, de su primer disco solista.

No es la Biopic de Cantilo, pero me hubiera gustado, ya que en los últimos días declaró ella misma que tenía una vida aparte de eso, que tocaba y grababa discos. Es así.
Volviendo: hay términos, como Rucci (por recuerdo al Sindicalista cercano a Perón), nombre dado por Charly García a la famosa máquina de ritmo Ronald TRX 808, artífice fundamental del sonido de “Clicks Modernos”, disco al cual Fito fue convocado para presentar junto a los Git, Gonzo Palacios, Daniel Melingo y la misma Fabiana Cantilo, bajo la representación de Daniel Grinbank, quien tomara también protagonismo en este presente del rosarino 2023.
Hay una protohistoria musical con detalles curiosos o azarosos.
Podemos escuchar (y ver) “Candombicho”, tema a cargo del grupo Staff, su grupo pre Juan Carlos Baglietto, sentado en la batería se encorvaba un baterista que luego usó sus baquetas por Identi- Kit, para finalmente ganar fama como vocalista de Vilma Palma e Vampiros: Mario “Pájaro” Gómez.
También hay un gran ladero en esos primeros tiempos, guitarrista, corista, excepcional compositor y productor. Parte de todo. No se lo nombra pero está, es Fabián Gallardo.
Además, hay un disco que no se nombra ni aparece, y es anterior a “Tercer Mundo”: es Ey!.
Una escena incómoda entre Fito y su manager en la que este le increpa que sus discos ya no se venden. Habla de un disco, de un disco oscuro, post trauma “Ciudad de pobres Corazones”, nos referimos al disco Ey!
Allí se encuentran clásicos como “Polaroid de locura Ordinaria”, “Solo los chicos”, con video donde aparecen unos retoños Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta, futuros Illa Kuryaki and the Valderrama, y también una gema perdida e injustamente olvidada por el gran público.
Nos referimos Alacrán (Resaca) un clima extenso de teclados, un suave bombo y sutilezas de guitarras hasta que explota definitivamente.
Quien esto escribe pasaba con el colectivo 218 por la casa de Fito Páez antes de lo horrendo de la historia. Debajo de las añejas ventanas de Balcarce 681, con fibrón de secundaria, las chicas y chicos del Normal 2 dejaban sus mensajes de cariño, la escuela se situaba a escasos 30 metros, en la esquina.

Había palabras entre comas en “Un rosarino en Budapest”. Pato, cama, negro, blanco, púa, corsette o si no, Taza, pico, sexo, moño, caño, delay… me puedo imaginar….
Todo este proceso de nueva aceptación de Fito pareciera ser convalidada y justificada, ¿por un plan maestro de Grinbank? ¿Por querer posicionarse y ya no bajarse nunca más del Olimpo? Con plan o sin plan no altera el resultado.
La gente parece disfrutar muchísimo de la serie. Y además sube la cantidad de reproducciones en youtube, spotify y demás. Fito se hace más grande. La música como fin principal.

Como muchas obras bellas -no siempre sucede- se necesita un buen tiempo invertido.
Hay que invertir en el talento, las ganas de concretarlo, la libertad artística del músico. Hay que saber esperar que los planetas se pongan en fila. Para eso, también y por sobre todo, es necesario el dinero.
Es aquí donde entra en la escena Andrés Midani, productor brasileño que le da vía libre para componer, para grabar, para mezclar, para meter voces, todo sin límite de tiempo y de presupuesto.
Todo lo que el artista necesitaría siempre: tiempo, paciencia y un productor ejecutivo que sepa de música y, además, del negocio. También sensibilidad.
Solo un par de años atrás, “Tercer Mundo”, el álbum que precedió a “El Amor después del amor”, corría el riesgo de no ser editado y de Fito con ganas de exiliarse a España. Pero llegó Midani. Y también la mayor musa: Cecilia Roth.
En la serie se recrea en ocho capítulos fracciones de muchas vidas. Es un laberinto de pasiones en el mundo de Rodolfo. Laberinto en el cual muchas pero muchas personas se han perdido, yendo como cautivados, siguiendo una música lejana.
Varias generaciones -y quizás las nuevas y con las canciones como llave- puedan meterse en esa caja de música. De músicos también, ya que el mismo Páez está teniendo algunas compañías nuevas como Conociendo Rusia, Trueno, incluso Lali Esposito y alguna declaración de apoyo a Wos.
Todo se corona con todos esos Movistar Arena repletos y sin fin, con una banda aplomada y, regrabando una nueva versión de “El Amor después del Amor” entero, con esos dos Vélez colmados de gente y de emoción.

Por exhaustivo que fuere, y escapándole apresuradamente a un segundo Tango Feroz, es imposible para armar, plasmar, y recrear al detalle todo el recorrido, o el momento clave, en casi 40 años de trayectoria.
Así está bien.
Y por otra parte, con la autorización y validación, aportes a la narrativa inicial del propio Fito, aun queriendo o induciéndose como leyenda, basada en su propia biografía. Obviamente, también con las licencias que se le da al realizador, Juan Pablo Kolodziej.
Fito tuvo razón cuando dijo “yo puse las canciones en tu walkman el tiempo a mí me puso en otro lado”. Sí, el lado del creador de canciones perdurables, entrañables y que forman parte ya de la cultura popular argentina.



