Desde que un hecho acontece, y transcurrido un tiempo prudencial, el análisis de ese suceso en particular y su veredicto final cambia.
La ansiedad se modera, la perspectiva del tiempo y la distancia hacen que los juicios a priori se desvanezcan El resultado es aceptado y asimilado ya sin el instinto de defensa con la guardia alta.
Finalmente, con lógica resignación y aceptación nos enfrentamos a una verdad mas o menos cercana a la realidad.
Desde aquí decidimos esperar, apoyándonos y confiando en que el tiempo transcurrido nos posibilite una mirada, si no objetiva, quizá más equilibrada sobre el nuevo disco de nuestro héroe nacional: Charly García.
La coyuntura de hace unos meses mutó y el microcosmos de cada interesado en el nuevo material de nuestro Artista es la lente individual por la cual se observará “aquel” hecho.
Pero, ¿somos jueces? Claro que no. ¿Fiscales? Menos todavía. Pero igual nos sentimos guardianes de una edad de oro que creemos infinita y perfecta musicalmente y que es el modelo que nos guía para evaluar cada paso de Charly.
Una crítica (ahora sí) “objetiva”: claramente, se despojaría de ese momento dorado y nos situaríamos aquí y ahora en ese microcosmos propio y coyuntura cambiante para arribar a una posible verdad, siempre relativa.
En estas semanas hemos leído y escuchado a críticos de rock hablar maravillas y a analistas espontáneos con autoridad forzada, hablar y escribir barbaridades sobre La Lógica del Escorpión.
Genios constructores de armonías con un teclado desde el streamming, ingenieros de sonido, coleccionistas melómanos que advierten conocer los extraños caminos de la creación, incluso más que el propio músico.
Y fans de la primera hora justificando y sentenciando este momento en particular de su amado Artista, aun aceptando su frágil condición y la pérdida ya casi completa de su voz.
Hay canciones hermosas en La Lógica del Escorpión. Hay un Charly de cada etapa de las cuales cada uno elegirá por sobre otras.
Incluso con esa voz castigada y vulnerable, García, luego de un gong que anuncia el comienzo, ataca con furia con “Rompela”, un rock que llevado de la mano de un potente riff, nos advierte, nos dice, nos persuade: “Grita, Agita, no seas como los demás. Rompe las creencias, las tendencias”. Un juego por demás antojadizo nos llevaría a un “Cerca de La Revolución” si es ese el Charly que en vano esperábamos. Algo similar puede interpretarse en “Yo ya Sé” y caminar hasta “Alguien en el Mundo piensa en Mí”.
Su voz, que desde la aparición del disco ha sido objeto de todo tipo de comentarios…
Hay muchas voces que pierden caudal, color, potencia, timbre y demás componentes, pero, en verdad, ¿podría esperarse un Charly jugando con un Vocoder o un Autotune?
¿Aun cuando sabemos que ciertos artilugios tecnológicos actuales están reservados a artistas con otras pretensiones? Estas herramientas, validas y perfectamente empleadas, no parecerían tener lugar aquí.
Ante la sospecha ingenua del oyente más o menos informado de cómo se resolvería esta cuestión de su voz, Charly y su equipo nos tranquilizan y prescinden de tales atajos.
Desde el comienzo se vislumbra que García no cambió.
Sus letras, cargadas de astutas observaciones y filosas ironías, con sagacidad e inteligencia nos anticipan momentos, resultados, comportamientos individuales y colectivos e historias que se repiten con los años pero que no pierden veracidad. Las Antenas siguen funcionando perfectamente.
También, hay yeites García, métodos García y ejecuciones García. Parece sentirse cómodo en ese juego de ir y venir de sus propias canciones, modificándolas para que el efecto sea el mismo, como es el caso de “Estrellas al Caer” y esas notas muy conocidas que nos transportan a “Chipi Chipi”.
Esta canción, quizá una de las logradas del nuevo material, aun arrastrando el linaje de aquel tema de La Hija de la Lágrima, Charly no la convierte en una continuidad ilógica sino en una versión fresca, optimista, muy arriba y con ganchero estribillo.
Hay también otras maniobras de nuestro artista que ya conocemos. La fascinación por sus héroes. A los que homenajea constantemente, versionándolos.
Tal es “Watching the Wheels” de Lennon, “Rock and Roll Star” de The Byrds (con Fito Páez de invitado) y esa transportación al hoy de la voz de Luis Alberto Spinetta en “La Pelícana y El Androide”, tema que originalmente estaría en aquel proyecto conjunto que quedó trunco y que Luis Alberto le haría justicia grabándolo en su álbum, Privé, de 1986.
Aparte de Páez, hay viejos amigos que apuntalan al Charly cuando su capricho es Ley y los convoca a tocar.
David Lebon en guitarras en el blues “El Club de los 27”, (agradecemos, de paso, a García no haberse unido a ese fatídico grupo).
Con interesantes juegos en teclados y de guitarras con la pulcra intervención del Ruso, en el que queda una sensación a respuesta auditiva a una pregunta que flota cuando la canción termina.
¿Por qué no compartió voces con David? Esas estrofas parecían esperarlo.
David también es convidado a participar en “La Medicina N°9”, una canción con destino de hit, si es que el tiempo y esta generación de cristal lo permiten.
Un coequiper ya conocido por todos es Pedro Aznar, quien aporta todo lo que esperamos e inyecta de fuerza y claridad en “América”, una de las letras más logradas.
A medida que pasan las canciones es imposible no caer en la tentación de compararlas con “aquellas”, de imaginar estos temas con “aquella” voz.
Este instinto humano deriva en un ejercicio o un juego que nos permite arribar a la conclusión de que estamos ante un Charly tradicional, clásico.
Un García auténtico en el cual sus letras son tan hermosas como “aquellas” también sus melodías, sus estrofas, sus puentes y estribillos.
Ah… pero esa voz… ¿lo arruina todo? No.
La voz actual del bicolor pareciera ser como ese árbol que no nos deja admirar un bosque y un García aun prístinos.
Un bosque fresco que nos espera con oxígeno luego de tanta marcha por la sequía y la aridez.
A algunos personajes del mundo de la música el sonido de esa voz castigada, resquebrajada y asordinada los hizo recalar en conclusiones apresuradas, que se confundieron con teorías acerca de la vida personal de Charly, acusando a su entorno de permitirle grabar esta “aberración” y emitiendo una verdad algo improbable: Charly no tiene amigos verdaderos que no lo invitaron a tomar el té, hacerlo recapacitar y prohibirle grabarle este disco. Esos Jueces y Fiscales que no pretendemos ser.
En La Lógica del Escorpión, el autor resume y expone el concepto del disco en otra actitud, hoy casi revolucionaria musicalmente y corporativamente. Eso de dotar de una profundidad a la obra en su totalidad y que no sea un manojo de canciones sueltas sin equilibrio.
También hay caprichos que son Ley. Como la inclusión de Juan Represión. Aunque actual, pareciera que se buscó un lugar en este disco cual pasajero tratando de llegar al final del colectivo.
Te Recuerdo Invierno, nostálgico, melancolico y tanguero. Con introInconciente Colectiva. Que ya habia sido tocado años atrás en la era CassandraLange y es una composición de un García casi adolescente.
“Autofemicidio”, también impregnada de una actualidad que asusta. Directa. La postal que García deja para dentro de unos años.
Su amado Lennon aparece aquí con WatchingtheWheels, cedida su autorización luego de arduas tratativas. La familia del ex Beatle conoce a García y parte de su obra y, finalmente autorizó su publicación.
“Dicen que estoy loco
Haga lo que haga
Y me dan cantidad de consejos
Buenos para nada
Cuando digo que estoy bien
Ellos me miran sin entender
Como podés ser feliz si no estás en nuestro tren?”
Sigue La Lógica del Escorpión…
Sobre una alfombra de guitarras y teclados, Charly relata, junto a Rosario Ortega, la leyenda del escorpión y la rana.
Caerle a nuestro autor e intérprete sobre lo sobreactuado en la narración ya sería hilar fino y ser mal llevado con algo que no altera el resultado final.
No es particularmente, ni por asomo, uno de los grandes momentos del disco y transcurre solo para dejar en palabras lo que Charly pretende plasmar a lo largo de la obra en 1:40. Era necesario.
“Rock and roll Star” junto a Fito Páez contituye el final del disco y es un cover de “So You Want To Be a Rock‘n´Roll Star” de The Birds que ya había sido interpretado antes. Termina bien arriba La Lógica del Escorpión aunque aquí no hubiera estado mal una batería bien tanque y guitarras con ataque para terminar saltando del sillón.
Será mecanismo de autodefensa o sugestión o acostumbramiento auditivo, pero a esta altura, la podrida voz de Charly, dejó de ser un obstáculo. Ya es parte del sonido de la placa y se asumió y aceptó que es lo que hay y que, quizá, ya no exista en poco tiempo más. La voz, digo.
¿Cómo es el disco, finalmente?
No creo que sea el disco del año. Tampoco el mejor de una figura indiscutida cuya cresta de ola y plenitud creativa fue hace ya más de treinta años quizás. Más incluso: allá por los 70 y en su gloriosa y personal década del 80. Pero tampoco es la “aberración” que algunos opinan.
Es un disco con algunas grandes canciones y un Artista que logra sobreponerse a esas canciones y al disco entero en sí a la gravedad del problema vocal.
Es un disco digno. Es un disco de Charly en el que puede entenderse toda la esencia de García a lo largo de su carrera. En el que logra aglomerar gran parte o casi todos los sonidos que lo acompañaron desde siempre. Con sus flaquezas y debilidades. Más que nada en lo que respecta a las mezclas finales.
En mi opinión personal, su última gran entrega fue Parte de la Religión de 1987. ¿Esperaba otra cosa así? Sí.
¿Tenía que serlo? No.
No es la misma persona, contexto, músicos, país, etc.
Celebremos que nuestro astro rock editó su disco, no exijamos más de lo que se pueda exigir (no somos nadie para exigir). Celebremos que es un disco auténtico aunque desparejo.
Celebremos que si Dylan o Cohen también editaron discos cantados así, nuestro Rey también puede hacerlo con la misma autoridad y obteniendo un resultado que se ubica de la mitad de tabla para arriba en la oferta musical contemporánea.
